En Aeroflot 1997–98 abordé desde Delhi hacia Helsinki a través de Moscú. Cuando el avión llegó a volar alto, abrí la persiana. Es de día y, como veo a la derecha, puedo colocar un tornillo en un ala. Con incredulidad, presiono el botón de llamada y empiezo a sudar, puedo caerme y mi corazón comienza a bombear en un ritmo loco. Azafata viene y dice en hola más dulce con acento ruso y casi estallando señalo hacia el tornillo.
“No es nada. Nada en absoluto. ¿Quieres cambiar tu asiento? No creo lo que está pasando aquí. Le estoy diciendo que vamos a caer y ella dice “nada”. Quería hablar con el Capitán que digo. ” No, no ahora. En 10 minutos ”y ella se va. Empiezo a pensar en todas las formas en que puedo sobrevivir, y en unos minutos llega el Capitán ruso. Y le muestro el tornillo. “No es nada”, dice.
Estaba sorprendido, nadie me creía que íbamos a caer. Todo el camino me inquietaba y me preocupaba. Y consternado nadie fuk … me creyó Llegué a Moscú un desastre. Cuando salí recé. Gracias a Dios Pero como era … no era NADA.